sábado, 28 de agosto de 2010

Influencias

Conocí un hombre una vez. Un tipo que silvaba todo el tiempo y cuya mirada era la única que me importaba captar. Flaco, alto, moreno y alegre. Sus cejas enmarcaban una mirada profunda y soñadora que yo en ese entonces no sabía comprender. Era un ser fuerte, de arraigadas convicciones, jóven y dispuesto a defender la justicia, la libertad y la vida ante todo. De cuna correntina, de sangre caliente y corazón indómito.
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Conocí una mujer una vez. Su corazón era tan profundo como su pensar. El mito era su espacio, el lugar desde donde partía para conquistar a cada ser que cruzaba su camino. Esbelta, de cabellos oscuros y sonrisa amplia supo mostrarme los misterios y el poder que encierra un corazón puro. Guardaba en sí la sabiduría de las que saben que amar es el secreto. Ella me enseñó que todo es posible y que la fe puede más que la razón.
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Los conocí porque juntos quisieron que así fuera. Ellos tomaron la desición que cambió mi destino. Agradezco que decidieran hacerlo porque hoy puedo ser yo la que los buque, la que intente redescubrirlos. Y aunque ya no son esos jóvenes, sé que detrás de las grietas de sus rostros y más allá de lo conocido, aún me queda mucho por develar de su mundo.

5 comentarios:

Pablo E. Mayora dijo...

Viven casi a mitad de camino de nuestras respectivas casas?

Sil dijo...

Si!!!!! ^_^

Vania dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Vagamundo dijo...

Mucho más de esas 23 cromosomas de cada uno nos llevamos dentro.

Sil dijo...

vagamundo en que andara?